Notas para el día de mi muerte…
No me interesa si hay vida después de la muerte, si existe el paraíso o el infierno, no me preocupa, por ahora, si el hombre es capaz de alcanzar el nirvana o si ha vivido involucrado en un constante e interminable ciclo de reencarnaciones; todo eso se lo dejo a lo tipos que les gusta hacer metafísica barata. Yo sólo he pretendido caminar por el mundo agradecido de lo que me han dado y cuidadoso de no dañar a las personas, respeto es la palabra que busco, para dar y recibir. Cuando las personas mueren a veces el dolor nos hace olvidar el respeto que le debemos… porque el respeto también se entrega a la memoria, no solo al cuerpo… es por eso que me he decidido a escribir algunas notas que sirvan de directriz para el día de mi muerte. Sé que mis amigos y la gente que me aprecia (si es que existe alguien cerca para ese día) sabrá seguirlas al pie de la letra, sin cuestionarlas.
Empiezo esto desde temprana edad ya que uno nunca sabe cuando le tocará el minuto. Además así construyo esta lista con dedicación y esmero para que el día aquel no se transforme en un tormento de llantos desorganizados y desparramados al aire sin más ni más o un jolgorio deshumanizado, con canapés y vino tinto donde abunden las risas y los chistes malos.
1.- Independientemente de la forma y/o condición en la que muera, no pongan jamás sobre mi cuerpo una bandera, un crucifijo o alguna foto con el rostro de alguien (mucho menos del mío). Estos tres elementos están prohibidos para el día de mi muerte.
Nunca me he sentido parte de alguna nación
No soy ni seré cristiano nunca (menos católico)
Y no creeré ciegamente en nadie que tenga rostro, nunca en la vida.
2.- No quiero a nadie riendo, sólo aceptare “sonrisas”… de esas que dejan escapar una lágrima mientras los recuerdos bailan alrededor de tu cabeza.
3.- A menos que yo indique otra cosa más adelante, no se dona ningún órgano de mi cuerpo, menos el más importante… (aunque sea un amigo quien lo necesite, nada es tan grave, ni siquiera la muerte)
4.- Ya sea que mi cuerpo sea cremado, enterrado o tirado al mar, jamás lo hagan con ropa.
Si es enterrado, que sea en el lugar de mi muerte, no anden con el cuerpo de arriba para abajo.
Si es arrojado al mar que sea en el atlántico, ojala en costas africanas.
Si es cremado, arrojen las cenizas al mar, en las costas de Tenerife
Eso por ahora. Estas decisiones pueden cambiar, yo soy dueño de mi vida y de mi muerte (o al menos de las condiciones de ella), y sin duda serán sumadas otras más.
[>] La poderosa muerte, Los Jaivas