viernes, julio 18, 2008

La Fragilidad de las cosas.


Leí la crónica de Rafael Gumucio el sábado pasado donde hablaba con mucho orgullo de su abuela, la que había muerto hace algunos días. Hablaba de ella y de su amor por los libros, las artes y la política como quién habla de alguien a quien admira muchísimo y de quien está muy, muy agradecido de haber compartido un trocito de su vida.

A mí, me hubiera encantado tener una abuela artista o vanguardista, sin embargo, mis abuelas creo que están lejos de ser algo parecido. La madre de mi viejo fue una luchadora, pasó su juventud durante la guerra civil española, vivió en autoexilio en Chile donde formó su familia y como si fuera poco tuvo que revivir los episodios de odio y diferencias en el 73. Frente a eso no puedo más que sacarme el sombrero. Ella murió en un accidente automovilístico en 1996, cuando yo tenía 17 años y muchas ganas de compartir con ella mis pensamientos acerca de la guerra, el odio de las personas, la paz y del cómo se hace para siempre vivir con ganas de entregar magia a los demás, como hacía ella. A mi abuela materna la conozco un poco menos, ella sigue viva pero hace ya un buen tiempo que está enferma, no sé si es Alzhaimer o algo parecido, el tema es que no recuerda a su familia, confunde el espacio y el tiempo y agarraba a garabato limpio a mi abuelo un par de veces a la semana… digo agarraba porque hace unos días que vive en un hogar para ancianos… no sé si la palabra vivir estará bien usada en este caso, pero no se me ocurre otra sin caer en exageraciones metafísicas o pragmatismos simplistas.

Me pongo a pensar en ella y recuerdo que ésta abuela nunca fue una persona amable, la señora Silvia siempre fue una persona complicada, al menos es lo que puedo acordarme de cuando ella aún estaba lúcida, entonces busco las ganas de compartir y no encuentro muchas; mi abuela no era dada a la lectura ni a la música, no pintaba, no iba con la vanguardia y peor aún, hablaba con mucho odio y resentimiento de los comunistas, a los cuales había que matar o desterrar del país. El asunto del hogar ha sido tremendamente complicado para mi vieja, para la familia y para mi abuelo, quien es el que toma la decisión finalmente y se entiende, obvio. Su partida en cierta forma es una pequeña muerte, sé que no la voy a ver muy seguido y aunque la viera, ella ya no me va a reconocer… la vida es frágil y se va aún estando nosotros con vida, aunque suene contradictorio.

Cuando murió mi abuela paterna me dio un ataque de llanto y angustia en un momento que me encontraba sólo en mi pieza, recuerdo perfectamente que en ese instante entró la señora Silvia y me dio uno de los abrazos más fuertes que he recibido en mi vida diciéndome que llorara, que llorara para que se me pasara la pena. En ese momento no necesitó ser una gran persona, ni inteligente ni aguda ni siquiera amable con las demás personas, en ese momento se preocupó de su nieto y le enseño a llorar. Creo que le estoy debiendo un fuerte abrazo a la viejita, tendré que ir a verla y preguntarle si quiere llorar, quizás nadie nunca se lo preguntó…


[>] A change gonna come - Leela James´s version

1 comentario:

hipoceronte dijo...

Muy sincero el texto, como siempre.

Nos vemos el 5 de Agosto supongo.

Suerte.